viernes, 25 de octubre de 2013

FUNCIÓN DE LA IGLESIA

La tarea básica de la iglesia es enseñar sana doctrina. No es la de expresar las opiniones  de un pastor, recitar ilustraciones  desgarradoras que juegan con las emociones, recaudar fondos, presentar programas  y entretener a la gente  o dar devocionales  semanales. En Tito 2:1 el Apóstol Pablo escribe: “Pero tú habla  lo que está de acuerdo con la sana doctrina”.

 Si queremos que la Iglesia de Cristo Jesús este protegida contra las falsas doctrinas,
los ancianos que la dirigen deben ser fieles en enseñar sana doctrina. Otras muchas cosas son buenas, pero no son prioritarias. Como ministro de Jesucristo, soy primero y ante todo responsable ante Dios por la pureza  de la Iglesia  y su protección  contra las falsas  doctrinas. Todos los ministros del evangelio tendrán que responder  ante Cristo  por la fidelidad con que protegieron y alimentaron al rebaño.

Estos son algunos de los pasajes que desafían la predicación bíblica:

2 Timoteo 1:13-14: “Reten  la forma de las sanas palabras  que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda en buen deposito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. La palabra forma implica que la instrucción regular en la Iglesia  debe ser  la enseñanza de la sana doctrina.

2 Timoteo 2:1-2: Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí antes muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”. El pastor enseña a su congregación  la sana doctrina a fin de que ellos se la puedan enseñar a otros.
2 Timoteo 2:15: “Procura con diligencia  presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene  de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. El ministerio eficaz se centra en la enseñanza de la doctrina, y la clave es el estudio diligente.

2 Timoteo 4 1-2: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgara a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediquen la palabra; que insten a tiempo y fuera de tiempo; redarguyen, reprendan, exhorten con toda paciencia y doctrina”.

Así, pues, el ministerio de la Iglesia es simple: Enseñar sana doctrina. La única manera  en que podemos agradar al Señor y obedecer al Espíritu es predicar según el modelo de los primeros evangelistas.

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