domingo, 1 de diciembre de 2013

FUNCIÓN DEL CUERPO



En su discurso acerca de los dones espirituales  en Romanos 12:3-8, el Apóstol Pablo, usando la analogía del cuerpo físico, dijo: 

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría”.

Todos tenemos funciones  diferentes y, consecuentemente, dones diferentes  que nos ayuda a cumplir esas funciones. Nuestros dones siempre son consistentes con nuestras funciones. 

La Iglesia que estableció el Señor Jesucristo es aquella institución integrada por fieles dispuestos a servir y no ser servidos. Es una institución que funciona  como un cuerpo –en armonía- y donde el Señor Jesucristo es la única cabeza. Es una congregación de hermanos compartiendo juntos una vida en común  y usando nuestros dones espirituales  para servirnos  el uno al otro; apoyándonos mutuamente el uno al otro en la fe.

Si vemos a la Iglesia como una empresa espiritual comprometida a llevar a cabo la Gran Comisión de Cristo de hacer discípulos en todas las naciones somos llamados por Dios a ser un equipo de socios dedicados y activamente envueltos en este esfuerzo. Ya sea ayudando a hacer crecer el cuerpo de Cristo o alcanzando a aquellos que aún no tienen a Cristo, cada uno de nosotros tenemos una función que cumplir, y hemos recibido los dones necesarios  para cumplirla.

domingo, 24 de noviembre de 2013

TRES COSAS DEBEN AYUDARLE A USTED A ESTAR A SOLAS CON DIOS



Usted debe hacer todo lo físicamente posible para apartarse y estar a solas con Dios. Es difícil orar con todo el corazón delante de otras personas, y casi imposible elevar una oración no afectada en un culto de la iglesia. Uno puede evitar  el estar consciente  de lo que le rodea, de manera particular de las personas que nos oyen.
La primera es la soledad física.
 
Aléjese   de la gente  y de las cosas. Muchas veces usted tendrá  que irse  a otro cuarto, bajar las cortinas, y cerrar la puerta a fin de encontrar quietud para la meditación. Si usted tiene la tentación de mirar alrededor, hunda su cabeza en una almohada. Tápese los oídos con algodón. Al aislarse del sonido y de la vista usted descubrirá que es más fácil estar a solas con Dios. 

En segundo lugar tenga el mismo sitio para orar todo el tiempo.
Selecciones una silla, una esquina de la cama, cierto lugar en el cuarto, y póngase en una postura cómoda. No hay piedad “piedad” en estar una postura incomoda cunado se ora. Valla al mismo lugar, a la misma hora, y póngase en la misma postura todos los días, y la oración llegará a ser un hábito agradable y difícil de quebrantar. La tenacidad es muy necesaria.

Tercero, antes de que usted comience a hablar con Dios, ya sea de manera audible en su corazón, relaje sus músculos por un momento.
No se apresure ante la presencia de Dios.  Respire profundamente unas cuantas veces. Permita que su mente esté quieta  y su cuerpo descansado. Esperé un momento para que pueda conocer conscientemente la presencia de Aquel que dijo: “Esta quieto, y conoce que yo soy Dios” (Salmos 46:10)

El Espíritu de Dios nos mueve sobre aguas tranquilas. Estad quieto delante de él. Estad a solas con él  y conoced la realidad de su presencia. Ahora estamos listos para orar.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿HA OLVIDADO QUE TODO LO QUE TIENE VINO DE DIOS?

¿Esta tan orgulloso de sus logros o sus posesiones que no puede ayudar sino vanagloriarse  de ellos?

La jactancia implica que su buena fortuna es un resultado de sus propios esfuerzos. ¿Ha olvidado que todo lo que tiene vino de Dios? El rey Nabucodonosor lo hizo. Un día, mientras paseaba por tejado de su palacio, tuvo una conversación consigo mismo que cambiaría el resto de su vida.

“…habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mí poder, y para gloria de mí majestad?”  (Daniel 4:30)

Las escrituras nos dicen que Dios interrumpió  el momento de orgullo de Nabucodonosor y de declaró que ¡perdería su reino de manera inmediata! Fue sacado del palacio y forzado a vivir como un marginado común. Su pelo creció como las plumas de águila y sus uñas como las garras de un ave. Incluso llegó a estar enfermo de la mente. No fue hasta que reconoció a Dios como el soberano que el Señor le devolvió su sanidad  y lo restauró en el reino. Escuche su testimonio:

“Más al fin del tiempo yo Nabucodonosor alce mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé  y glorifique al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.  Todos los habitantes de la tierra  son considerados  como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra,  y no hay quien  detenga  su mano, y le diga: ¿Qué haces?  (Daniel 4:34-35)

Debemos aprender a tomar de forma consciente el asiento trasero cuando el orgullo grite por obtener  la fila delantera. Estudie en la Biblia el destino de los hombres orgullosos. Medite en las Escrituras que tratan sobre la humildad y el orgullo. He puesto en un cuadro  el pasaje  siguiente  y lo mantengo  alcance de mi vista en mí oficina.

“Porque ¿Quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿Por qué te glorias  como si no lo hubieras recibido?  (1 Corintios 4:7)



Cualquiera de las habilidades o talentos que Dios te ha dado, son para su gloria. Aprende  a tomar las alabanzas con calma. Si tú popularidad se incrementa, no seas intoxicado pos las distinciones. Recuerda los elogios son como el perfume. Si lo consumes, te puede matar.

viernes, 1 de noviembre de 2013

LA CONVERSACIÓN DE UN SIERVO

En Mateo 12:34 el Señor Jesucristo dice: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Lo que sale por la boca revela lo que hay en el corazón  de la persona. Por eso el Señor Jesucristo enfatiza: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás  condenado” (Mateo 12:37).

Efesios 4: 25 nos dice cómo debe ser nuestra conversación: “Desechando la mentira”. Un siervo del Señor Jesucristo  nunca debiera  decir ninguna cosa que sea falsa. No debiera hablar por ambos lados de la boca: diciendo una cosa a una persona y otra muy distinta a otra. El apóstol Pablo dice: “Habla la verdad cada uno con su prójimo” (Efesios 4:25). La credibilidad del líder queda destruida cuando las personas descubren la  mentira.

Efesios 4:29 dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca”. La manera de hablar del creyente cristiano nunca debería ser menos que pura. Es vergonzoso  es cuchar a alguien que a firma servir a Jesucristo decir palabras impías. Eso revela un corazón sucio. No hay lugar en la vida cristiana  para la comunicación corrompida o sucia. La conversación que glorifica a Dios es la “que es buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracias a los oyentes” (Efesios 4:29

jueves, 31 de octubre de 2013

EL DISCIPULADO NO ES OPCIONAL

En Mateo 28:19-20 nuestro Señor Jesucristo dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas la naciones, bautizándolos…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. El discipulado involucra llevar a las personas a Cristo y encaminarlo hacia la madurez. El Señor Jesucristo discípulo a doce hombres, y en el libro de los Hechos los vemos a ellos discipulado a otros. Más de dos mil años  después, usted y yo seguimos llevando adelante lo que el Señor Jesucristo comenzó. Tenemos que continuar con esa misión: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga  a hombres fieles  que sean idóneos para enseñar también  a otros” (2Timoteo 2:2). Cada cristiano está participando en una carrera de relevos. Cada uno de nosotros toma el testigo y se lo entregamos en la mano a otros.

Discipular es una función en las que todos en la iglesia deben estar involucrados. No es opcional. Tenemos que llevar a las personas al conocimiento  del Salvador y luego pasar con ellos por el proceso de ayudarlos  a madurar. Todos tenemos que discipular a aquellos que el Señor pone en nuestro camino.


Quizás, usted sienta que no sabe mucho. Busque a alguien  que sabe menos que usted  y dígale lo que sabe. Busque a alguien que sabe más que usted  y escúchele con atención. Enseñe y aprenda. Todos tenemos que meternos en ese proceso. Nunca nos aislemos, sino que  seamos parte de una cadena de muchos eslabones unidos. 

viernes, 25 de octubre de 2013

FUNCIÓN DE LA IGLESIA

La tarea básica de la iglesia es enseñar sana doctrina. No es la de expresar las opiniones  de un pastor, recitar ilustraciones  desgarradoras que juegan con las emociones, recaudar fondos, presentar programas  y entretener a la gente  o dar devocionales  semanales. En Tito 2:1 el Apóstol Pablo escribe: “Pero tú habla  lo que está de acuerdo con la sana doctrina”.

 Si queremos que la Iglesia de Cristo Jesús este protegida contra las falsas doctrinas,
los ancianos que la dirigen deben ser fieles en enseñar sana doctrina. Otras muchas cosas son buenas, pero no son prioritarias. Como ministro de Jesucristo, soy primero y ante todo responsable ante Dios por la pureza  de la Iglesia  y su protección  contra las falsas  doctrinas. Todos los ministros del evangelio tendrán que responder  ante Cristo  por la fidelidad con que protegieron y alimentaron al rebaño.

Estos son algunos de los pasajes que desafían la predicación bíblica:

2 Timoteo 1:13-14: “Reten  la forma de las sanas palabras  que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda en buen deposito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. La palabra forma implica que la instrucción regular en la Iglesia  debe ser  la enseñanza de la sana doctrina.

2 Timoteo 2:1-2: Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí antes muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”. El pastor enseña a su congregación  la sana doctrina a fin de que ellos se la puedan enseñar a otros.
2 Timoteo 2:15: “Procura con diligencia  presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene  de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. El ministerio eficaz se centra en la enseñanza de la doctrina, y la clave es el estudio diligente.

2 Timoteo 4 1-2: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgara a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediquen la palabra; que insten a tiempo y fuera de tiempo; redarguyen, reprendan, exhorten con toda paciencia y doctrina”.

Así, pues, el ministerio de la Iglesia es simple: Enseñar sana doctrina. La única manera  en que podemos agradar al Señor y obedecer al Espíritu es predicar según el modelo de los primeros evangelistas.

miércoles, 27 de marzo de 2013

LO QUE PARA NOSOTROS ES IMPOSIBLE PARA DIOS ES POSIBLE


MEDITAR: 1Corintios 1:18-19

 “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es,  a nosotros, es poder de Dio. Pues está escrito: destruiré sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos”.

 Muchos creyentes hoy en día actúan conforme a la sabiduría humana del momento, que cuestiona  la idea de la salvación en Cristo, pues ¡la Salvación que ofrece la cruz les parece demasiado simple! ¿Cómo puede Dios perdonarnos por medio de lo que  Cristo hizo en la cruz? ¡De seguro debemos hacer o saber algo especial para ser salvos! Sin embargo, el apóstol Pablo dejo muy claro que lo único que necesitamos es un corazón dispuesto a recibir el poder  y el perdón de Dios. No tenemos ningún poder ni habilidad que pueda vencer el poder del pecado en nuestra vida. De hecho, una vida de autosuficiencia solo conduce a la autodestrucción. Cuando entregamos nuestra vida al Señor, aceptamos su camino –el camino  de la cruz- Sólo entonces podemos experimentar el poder de Dios.