Se trata de reglas
generales que pueden aplicarse a todos esos pecados sutiles, aunque
también pueden aplicarse a faltas más particulares.
El Señor ha
perdonado nuestros pecados, pero no solo eso sino que ha acreditado a nuestra
cuenta espiritual la JUSTICIA PERFECTA DE CRISTO. En todas
las áreas de la vida en las que hemos desobedecido el Señor JESUCRISTO
fue perfectamente obediente. ¿Nos ponemos ansiosos? JESUCRISTO siempre confió de manera perfecta en su PADRE CELESTIAL. ¿Tenemos problemas con
el egoísmo? El Señor Jesucristo siempre se dio a sí mismo. ¿Se nos acusa de
proferir palabras ásperas, chismes o
sarcasmos? El Señor Jesucristo siempre habló palabras adecuadas para cada ocasión.
2. Debemos aprender a depender del PODER
HABILITADOR DEL ESPIRITU SANTO.
“porque si vivís
conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de
la carne, viviréis”. (Romano 8:13).
Nuestra vida Espiritual puede compararse con el motor de un
aparato eléctrico. El motor hace el trabajo, pero para funcionar depende de la
fuente de poder externa que es la electricidad. Por lo tanto, debemos cultivar
una actitud de dependencia continua del ESPÍRITU
SANTO.
3. Debemos reconocer que tenemos la gran
responsabilidad de dar pasos prácticos para enfrentar nuestro pecado.
La sabiduría de un escritor antiguo nos puede ayudar: “Trabaja como si todo dependiera ti, y al mismo tiempo confía como si
no trabajaras”.
4. Debemos identificar áreas específicas de pecados aceptables.
Pida al Espíritu Santo que le ayude a ver si existe algún
patrón de pecado en su vida. Algo que
puede ayudarle hacer morir el pecado es precisamente anticiparse a las circunstancias o acontecimientos que lo provocan.
5. Debemos emplear algunas
Escrituras específicas que se apliquen a
cada uno de los pecados sutiles.
Debemos memorizar, reflexionar y orar por el contenido en
esos textos y pedirle a Dios que los use para capacitarnos a confrontar nuestros pecados.
6. Debemos cultivar la oración para pedir
por los pecados que toleramos en nuestra vida.
La oración es unos de los pasos más importante para enfrentar
el pecado, porque es a través de ella que reconocemos de manera consciente nuestra
necesidad del ESPÍRITU SANTO así
como la presencia persistente de los patrones de conducta pecaminosos que hay
en nuestra vida.
7. Debemos involucrar a otros creyentes
en nuestra lucha contra el pecado sutil.
La Palabra de Dios nos dice: “Mejor dos que uno solo, pues tienen mejor recompensa por sus trabajo.
Porque si caen, el uno levantará a su
compañero. Pero ay del que cae cuando no hay otro que lo levante”. (Eclesiastés
4:9, 10)
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