Usted debe hacer todo lo físicamente posible para
apartarse y estar a solas con Dios. Es difícil orar con todo el corazón delante
de otras personas, y casi imposible elevar una oración no afectada en un culto
de la iglesia. Uno puede evitar el estar
consciente de lo que le rodea, de manera
particular de las personas que nos oyen.
La primera es la soledad
física.
Aléjese de la gente
y de las cosas. Muchas veces usted tendrá que irse
a otro cuarto, bajar las cortinas, y cerrar la puerta a fin de encontrar
quietud para la meditación. Si usted tiene la tentación de mirar alrededor,
hunda su cabeza en una almohada. Tápese los oídos con algodón. Al aislarse del
sonido y de la vista usted descubrirá que es más fácil estar a solas con Dios.
Selecciones una silla, una esquina de la cama, cierto
lugar en el cuarto, y póngase en una postura cómoda. No hay piedad “piedad” en
estar una postura incomoda cunado se ora. Valla al mismo lugar, a la misma
hora, y póngase en la misma postura todos los días, y la oración llegará a ser
un hábito agradable y difícil de quebrantar. La tenacidad es muy necesaria.
Tercero, antes de que
usted comience a hablar con Dios, ya sea de manera audible en su corazón,
relaje sus músculos por un momento.
No se apresure ante la presencia de Dios. Respire profundamente unas cuantas veces.
Permita que su mente esté quieta y su
cuerpo descansado. Esperé un momento para que pueda conocer conscientemente la
presencia de Aquel que dijo: “Esta quieto, y conoce que yo soy Dios”
(Salmos 46:10)
El Espíritu de Dios nos mueve sobre aguas tranquilas.
Estad quieto delante de él. Estad a solas con él y conoced la realidad de su presencia. Ahora
estamos listos para orar.