Proverbios 23:26.
“Dame, hijo mio, tu corazon y miren tus ojos por mis caminos”
En estos días tan difíciles donde los valores se pierden a diario, nos
cuesta creer, no solo en los demás, sino también en nosotros mismos.
¿Se acuerdan de la historia de Moises, cuando libero al pueblo de Israel y abrió
el mar? solo “imagínese” lo que es ver tanta agua, y mientras Dios le decía que
caminara en fe, algún prójimo le gritaba ”sabes nadar” “ponte” las botas de
hule muchacho; claro todo bien intencionado, para que no se moje, o solo veían
la apariencia de Moises y sus limitaciones como buen tartamudo que era, y no podían
ver lo que Dios vio en el.
O el mismo David cuando de enfrento a Goliat, ¿cuantos serian los soldados
que pensaron mas en un funeral que en una victoria? También Noé fue un hombre
muy polémico en sus tiempos, predicar de un castigo por el pecado y con un
diluvio en un lugar donde no llovía.
En todos estos hombres Dios vio mas allá de las apariencias físicas o sus
bienes, cuanto ganaban, o si las sandalias que usaban eran reef o nike, o si el
turbante era marca Tommy; o si lo llamaban desde un Blackberry; sino que vio el
corazón. Por eso cuando pensamos que no somos capaces, que no soy la persona
adecuada, que hay alguien mejor que yo, que no es el tiempo, Dios es ese gran
joyero que toma una piedra en bruto sin hermosura y la transforma en una perla
preciosa de gran valor.
Cuando vengan dudas e inseguridades, no escuches las cosas negativas a tu
alrededor, sino preocúpate por conocer lo que Dios puede hacer de ti, si le
entregas tu corazón.
“sobre toda cosa guardada, guarda tú corazón; por que de el mana la vida”. (Proverbios 4:23)