jueves, 29 de noviembre de 2012

CONSEJOS PARA UN DISCIPULADOR



PorJack Griffin


1.     Asegúrese de estar bien preparado. Ore  antes de pasar tiempo individual con alguien  y organícese.

2.     Recuerde que no puede guiar a alguien  más allá de donde usted ha llegado. Usted no puede establecer fundamentos sólidos en la vida de alguien cuando la suya  sólo tiene marcas superficiales.

3.     Enseñe por medio del ejemplo de su vida. La persona que esta ministrando individualmente debe ser lo que está tratando de enseñar.

4.     Adapte su ayuda para satisfacer las necesidades del individuo. Todas las personas son diferentes. No trate de que todos encajen en el mismo molde.

5.     Repita todo. “Porque mandato tras mandato,  mandato tras mandato; línea tras línea, líneas sobre línea; un poquito allí, otro poquito allí…”(Isaías 28:10). No se disculpe  por repetir las cosas.   

6.     Demuestre como hacer todo. Generalmente tomamos demasiado tiempo en decirle a la gente qué hacer, pero muy poco  demostrándole cómo.

7.     Dé asignaciones que sean alcanzables. Si le mete con una pala todo lo que quiere  darle al discípulo, bote la pala. Saque su gotero o un dedal.

8.     No dé nada por sentado. Verifique y nuevamente verifique el progreso del individuo en compromisos anteriores. “¿Cómo te ha ido en tu tiempo de devocional  en esta últimas dos semanas, Juan?

9.     Enfatice el señorío de Cristo. Jesús dijo: “Y cualquiera que no toma su propia cruz y viene en pos de mí, no puede ser mí discípulo” , y “Así, pues, cualquiera de vosotros que  no renuncia a todas las coas que posee, no pude ser mí discípulo” (Lucas 14:27 y Lucas 14:44).

10.            Ayúdelo a establecer  sus metas en la vida, las metas de conocer a Cristo  y darlo  a conocer.

11.           Satisfaga  sus necesidades por medio de las escrituras.

12.            Manténgase compartiendo con él las importancia de los principios  básicos, la palabra de Dios, oración, compañerismo, testimonio y mantener a Cristo en el centro  de todo. “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que esta puesto, el cual es Jesucristo” (1Corintios 3:11).

13.            Explique el principio de 2 Timoteo 2:2: Concentrase en hombres  fieles  que sean  capaces de enseñar a otro. En enséñele a dar su vida  a unos cuantos, que a su vez se multiplicarán  en muchos. Manténgase compartiendo la visión  de hacer discípulos (Mateo 28:19, 20).

14.            Recuerde Salmo 127:1: “Si el SEÑOR no edifica la casa, en vano trabajan  los que la edifican. Si el SEÑOR no guarda la ciudad, en vano vigilan el guarda”. Dios es  el que forma discípulos. El es Entrenador Maestro.

viernes, 23 de noviembre de 2012

RECONOZCAMOS NUESTRA VULNERABILIDAD




 1  Corintios 10: 12 y 13

Algunos cristianos ven a un hermano en la fe caer en el pecado, pero no reconocen que ellos, también, podrían tropezar. Eso es peligroso. Satanás los tiene justo donde el quiere: engañados por un falso sentido de confianza. Tres enemigos están constantemente en actividad tratando de derribarnos: el diablo, su sistema mundano, y nuestra propia carne engañosa.

Todos los creyentes debemos, como Pablo, reconocer un problema interno: "el pecado que mora en mi" (Ro 7.20). Satanás aprovecha al máximo esta debilidad, atrayéndonos con tentaciones carnales y mundanales. El alimenta nuestro orgullo, para cegarnos a nuestra propia vulnerabilidad.
Necesitamos estar continuamente en guardia. Puesto que la ignorancia de la naturaleza del pecado, de las estrategias del enemigo, y de nuestras propia debilidades  nos tiende una trampa para que fracasemos, no podemos permitirnos ser negligentes en nuestra manera de pensar. Cada vez que usted justifica algún pecado, ha perdido su sensibilidad hacia el Señor. La Palabra de Dios debe llenar siempre nuestra mente y dirigir nuestros pasos.
Si usted se ha alejado del Señor, vuelva a El reconociendo su pecado y aceptando su responsabilidad. Arrepentirse significa simplemente un cambio de mente, e ir en una dirección diferente, hacia Dios, en vez de alejarse de El.
El paso siguiente es más difícil. Responda con gratitud a la disciplina del Señor. Cada vez que un creyente cae en pecado, Dios actúa amorosamente para traerlo de vuelta a la comunión con El. Su disciplina puede ser dolorosa, pero siempre es buena, porque nos conecta de nuevo con nuestro Padre celestial.